lunes, 27 de agosto de 2012

Evocación de mis ancestros.


 Por Eduardo

Congri:
Yo no soy abakuá en lo personal. Casi todos los hombres de mi familia, lo son. La familia de mi padre es del barrio matancero de la Marina, y la de mi madre del barrio de Simpson, específicamente en la calle de Salamanca. En ese lugar, en el solar de “La Puntilla”, nació este servidor. Yo tuve la suerte de tener dos abuelos por parte de madre, el padre de mi mamá, que era español de las Isla Canarias, un guanche de dos metros, y más de doscientas libras de peso, rubio de ojos azules, y su padrastro que era a su vez mi Padrino de bautizo, por lo que siempre le llamé de esa manera “Padrino”, el cual era un negro alto que se vestía como un dandy, con traje de drill 100 y sombrero jipijapa.
Mi abuelo canario vivía en el campo, conoció a mi abuela, y se la llevó para el monte, levantó rancho y después de tener 5 chiquillos (mi madre entre ellos), mi abuelita se fajó con mi abuelo canario, arrancó de nuevo para Matanzas, y se puso a criar sola a sus hijos lavando ropa para la calle. Después de unos años de soledad conoció a mi Padrino, y se ajuntaron hasta la muerte de mi abuela (se casaron a los 20 años de estar viviendo en concubinato). Ahora lo que motiva su pregunta, mi abuelo, el negro, era Efi Etete Eyé. Mis tíos paternos y maternos se repartían entre los juegos Betongó y Uriabón Efi, todos emplazados en la ciudad de Matanzas.
Cuando era un niño, las fiestas de mi casa, acababan siempre con una rumba de cajón tocada por mis tíos. Siempre cuando el ron los entonaba, se ponían a hablar en ñáñigo, de ahí que conozca palabras y algunas frases completas. Quise aprender la lengua, pero mi Padrino me lo prohibió, porque decía que era tabú, pero con la buena memoria, se me quedaron algunas en el disco duro.